viernes, 6 de febrero de 2015

SAMSA Y LIGEIA



             La mujer de M. despertó una mañana convertida en un repugnante insecto. Su primer pensamiento fue quitarle la vida y ahorrarle el montón de sufrimiento que le deparaba el porvenir, pero recordó con dulzura amarga los muchos años de vivencia juntos, aquellos quince años de dedicación mutua, de problemas, mas también felicidad, en el momento que jalaba del gatillo y con el amor que se le revolvía en el corazón optó por encerrarla en casa hasta que muriera. Fue fiel durante los diez años que transcurrieron desde el encierro, sus pensamientos se mantuvieron impregnados de un amor que tenía el sabor de las lágrimas y el aroma de la nostalgia, nunca dejó de alimentarla ni de llevarle el agua, ni de dedicarle palabras en monólogos de piedra, quizá para no mostrarse débil frente a ella, hasta que su cuerpo de insecto repugnante se secó bajo un abultado caparazón. No sin dejar escapar lágrimas que le quemaban el rostro metió el cuerpo en un saco y fue a sepultarlo al patio trasero. Terminaba de hacer un vasto agujero y tomaba el saco para depositarlo dentro, sin embargo el saco comenzó a moverse con movimientos espasmódicos y tuvo que soltarlo, se abrió de un tirón y del interior cayó el insecto aún vivo. Por entre las alas del caparazón se produjo una cortadura recta, como la que provoca un sable o un gran cuchillo, y de esta cortadura emergió el cuerpo humano y desnudo de una mujer, su mujer, bello y lozano, el mismo cuerpo que poseía hace veinticinco años atrás.

            En M. no cabía más dicha, aún desconcertado corrió desaforado a llenar de abrazos y besos a su mujer, demostrarle ese amor que jamás abandonó su corazón y le hizo cuidarla hasta la muerte, no obstante sólo consiguió, bajo una corriente de lágrimas que emanaba de sus ojos y palabras de amor y perdón ininteligibles, enredar sus seis patas en la carrera y herir las rodillas de ella con sus mandíbulas poderosas.

domingo, 1 de febrero de 2015

Apocalipsis

Cuando llegó el día del juicio final y Dios destruyó el mundo, quedó con vida un escritor que creó otro.

Pan para el pueblo

Luego de una extraordinaria batalla, los molinos lograron derrotar a un tal Quijote

Abandono


Te abandono.- le dijo ella.
Él respiró hondo para quitar el nudo de su garganta y la ahorcó.

Capitulación


Creo que debo dejar la lira de una buena vez, se decía Orfeo, ahora a Eurídice le gusta la bachata y Cerbero aúlla en las orillas del río Aqueronte cuando me oye tocar.