lunes, 29 de diciembre de 2014

Recuerdos




Nos gustaba disfrutar del fuego de una caminata fantástica entre callejones estrechos y carentes de sol, trabar amistad rápida con criaturas pálidas de olor a perro mojado y a silencio, con los gatos que nos observaban desconfiados, con las viejas flores que nunca se vendieron, con la cuna de piedra y la cuneta, consumirnos sin remedio en el abrazo clandestino de una ventana abierta de un tercer piso, en el recoveco más hediondo a meado y pintado de suspiros, con las librerías muertas, con el canto metálico de un ascensor, con un anticucho de sabor a calle y a neblina, con una cerveza irreductiblemente tibia en alguno de los tantos bares irreductiblemente mágicos. Ella terminó su intercambio y hoy probablemente no me recuerda, yo en cambio cada noche le canto canciones con mi guitarra en plaza Aníbal Pinto, o bien pinto su recuerdo en alguna muralla de cerro Bellavista.

viernes, 28 de noviembre de 2014

Ortografía

No zé ke aser para la tarea de hortografía, al profesor de kastellano lo hecharon ase dos meces y kien nos ase clace es el tatita que ase el aceo

jueves, 20 de noviembre de 2014

Silencio

Ella era como una novela en blanco, él como un lápiz sin tinta. Por eso, después de amarse, caían en silencios terribles.

miércoles, 19 de noviembre de 2014

RINOCERONTE

Un rinoceronte lloraba triste bajo una acacia, su mujer le había puesto el cuerno con un elefante.

martes, 18 de noviembre de 2014

lunes, 17 de noviembre de 2014

GATO

Hoy por la mañana me crucé con un gato blanco. Al verme corrió asustado a la calle y lo atropellaron. Fue mi culpa, yo andaba vestido de negro.

martes, 11 de noviembre de 2014

UN JEFE A SU EMPLEADO


           ¿Qué es lo que pasa contigo, Óscar? Tu desempeño ha bajado de forma ostensible este último tiempo, de verdad que nadie se explica tu conducta en esta oficina. Me imagino que estás consciente de lo que te digo. Somos una empresa chica, Óscar, una empresa en pañales, cualquier fallo no te afecta sólo a ti, nos afecta a todos, pero sobre todo me afecta a mí, ¿Sabes quién pierde cuando perdemos a algún cliente? No, huevón, tú no pierdes, tampoco Miguel, ni Myriam. Pierdo yo. Yo pierdo, Óscar. Y lo sabes muy bien, nos tenemos confianza, hace dos años que trabajas para mí y creo haberte dado todas las facilidades para tu progreso, te he perdonado mil y un errores y como tu jefe no debería haberte aguantado más de dos. ¿Te has preguntado por qué te he tolerado tanta cagada? ¿Te lo has preguntado? Sabes a la perfección por qué, tu silencio dice más que si hablaras. No nos hagamos los idiotas, Óscar. ¿Ves allá a Myriam? Antes de que llegaras me dijo que te echara. Allá Ricardo y también Noelfa, son tus compañeros de trabajo, te llevas bien con ellos, pero varias veces me han dicho que están cansados de taparte las fallas. ¡Óscar, Huevón! Te estimo, te estimo como si fueras mi hijo, y por eso te soporto tanta pelotudez, hasta he puesto el prestigio cagón de esta empresa con tal de defenderte, pero créeme, todo tiene su límite. No abuses del aprecio que te tengo, lo tienes bastante claro, porque no eres estúpido, eres un tipo bastante inteligente, te cruje el cerebro, incluso mucho más que a mí, pero hay algo en todo esto que huele muy mal. ¿Te estás metiendo drogas? ¿Estás tomando algún psicotrópico? Hace algún tiempo conversamos este mismo tema y me dijiste que no. Voy a creer tu respuesta, Óscar, voy a creerte una vez más, pero escucha, creo que sería muy bueno que fueras a médico, o al psicólogo, hay algo en tu vida que te hunde y no lo sabes o no lo quieres saber y escucha, pero escucha muy bien, esta empresa no va a asumir el costo de tu irresponsabilidad.

viernes, 7 de noviembre de 2014

GLIPTODONTES

Hace algún tiempo se pensaba que los gliptodontes  se habían extinguido de la faz de la tierra. Eran armadillos enormes cuales tanques recorrían los bosques y las recién aparecidas praderas de América del sur durante fines del plioceno hasta el periodo pleistoceno donde finalmente se extinguieron. En nuestro periodo Holoceno no existe registro alguno de la presencia de estos mamíferos, sin embargo, noticias que vienen de todo el país afirman haberlos visto venir desde el horizonte con el fin de invadir las ciudades y los pueblos más desprotegidos. La gente que vive en estos pueblos, que es hacia donde me dirijo, vive atemorizada y son cada vez menos los que de sus casas se atreven a salir.

Soy paleontólogo de profesión, se me ha pedido que realice un estudio acabado de los recién llegados. Francamente me resulta muy sorprendente observar lo extraños que son, ni siquiera parecidos a como los había conocido durante mis años de estudio. Esos gigantes de coraza verde y blindada han convertido la plaza pública de la ciudad en donde estoy, pulcra hace unas semanas, en un verdadero sitio de demolición. Se entretienen derribando edificios, cercando calles y buscando alimento. Son seres herbívoros, y por ende,  les  resulta muy difícil obtener vegetales en nuestra época gobernada por el cemento y el metal. A veces se enfadan terriblemente. Usan sus colas de catapulta para lanzar enormes rocas a las casas donde les cierran las puertas o les niegan lo que desean; hasta en eso son particulares. De todas formas allí están, rodeando la ciudad como un ejército romano. Su número parece crecer con el pasar de los días.

La escasez de alimento ha hecho de los gliptodontes expertos saqueadores de casas y tiendas. No limitan la violencia de sus acciones ni el trato vejatorio hacia la gente. Han robado todas las verdulerías, los sucuchos de la gente más pobre y también los supermercados. Al acabarse los vegetales y el poco césped de toda la ciudad les ha entrado el gusto por la carne. Como bravos leones devoran a vista de quien sea grandes trozos de fiambres sanguinolentos dando a la ciudad el aspecto de un gigantesco matadero; una verdadera pocilga.  Han despojado a las grandes tiendas de su preciosa mercancía de ropa, de sus electrodomésticos y también de sus productos de última tecnología. Todo se lo llevan hacia un lugar desconocido; quizás el refugio en donde han sobrevivido durante millones de años alejados de la mano del hombre.

Luego de someter al pueblo durante tanto tiempo a tratos humillantes aparentemente se han hartado de ello. Ahora estos voluminosos mamíferos permanecen tumbados en su totalidad por toda la ciudad. Lo tomo como una gran oportunidad para estudiarlos y comprender su particular comportamiento. Decido acercarme sin ningún temor, pero ellos, con su furia y agresividad ya constatada me repelen lanzándome una estela de palabras en un dialecto extraño. ¡Me sorprendo al descubrir que aquellos animales podían comunicarse entre sí con un idioma! Así y todo permanezco alejado por miedo a provocarlos. Sigo con mis estudios desde lejos. Cada nueva cosa que descubro me sorprende aún más.

Al cabo de varios días de supuesta tregua el que parecía ser el líder del grupo se levanta y vocifera algo a sus compañeros en su lenguaje raro. Entonces la manada se levanta y arremete contra las casas cercanas, pero no con ataques ciegos, sino con el objetivo perfectamente identificado. Desbaratan viviendas como si fueran de papel y sacan a la gente que hay dentro de ellas apresándolas entre sus garras y sus dientes. Gran parte de los habitantes es secuestrado y llevado quien sabe donde. Quienes oponen resistencia son ejecutados en el acto con un golpe del mazo de sus colas. El verdadero terror y la desesperación cunde en toda la ciudad, incluyéndome. Trato vanamente de solicitar ayuda a alguna institución de gobierno, pero las comunicaciones están cortadas, una a una las personas son arrastradas lejos a las regiones del interior. No se en que terminará todo esto, quizás en un rato me toque el turno a mí; no lo sé. Todo es confusión, todo es dolor, nadie sabe que hacer, y ese no saber que hacer es nuestra sentencia de muerte.
                                         

martes, 4 de noviembre de 2014

FAROL

En la esquina norte de la plaza hay un farol que nunca enciende
con compasión he visto todas las tardes en que muere el sol y él desaparece tras los árboles
es como si la oscuridad se lo engullera y lo hiciera su alma
he concluido, que es el alma de un vagabundo prisionera dentro de un cilindro

¡Pobre farol! Añoras la luz y sufres sin chistar la tortura de tus pares
bajo tu corona oscura se han besado los infieles y se han embriagado los borrachos
La culpa es siempre tuya, farol, siempre
en tus pies yacen hasta el amanecer los condones y las botellas vacías
es entonces cuando te reparan los inútiles
tú te desperezas del frío y muestras tu cara agria y pides al viento que te despoje del brillo dorado de tu nuevo ojo
¡Cuanta impunidad cargas en tu cresta, farol!
¡Cuanta miseria ha visto tu ojo desolado!

Sin embargo, el farol no puede decir nada
se que quisiera escribir un libro con sus impunes memorias
se que aspira a dormir más que a estar despierto
te digo, farol, yo comparto tu sentir de noche y de plazoleta

En algún momento de seguro querrás llorar, farol
pero no tendrás un hombro en que afirmarte, mi amigo
el resto de los faroles te desprecia porque estás sucio y abandonado
no te quedará más remedio que acudir a mi
rechazarás mi abrazo, acostumbrado a las palizas esclavas del viento y la lluvia en tu cabeza
quizá me dejes sacarte la basura indigna de tus pies
entonces te diré que no ampares más a los miserables

pues para ellos eres sólo una efímera luz de locura y olvido

lunes, 6 de octubre de 2014

Descubrimiento

Ni cuenta me di cuando estaba hablando con él.
  • Me han echado de mi casa- me decía con la lengua trabada- y todo por una mina.
  • Depende de la mina- respondí- de seguro esta ha de ser divina para tenerte bebiendo en la calle.
  • Era una monja.
  • ¿Y quién te manda a meterte con una monja? El problema de mierda en el que te metiste, quizá la expulsión de tu casa sea una bendición del Señor. Y tanta mina libre por ahí.
  • Si la conocieras me entenderías. Era la monja más exquisita del mundo.
  • Una monja es una monja.
  • Dios fue quien me echó. Es un acaparador de mujeres.
  • Estás ebrio.
  • Espera un poco.

 El tipo a duras penas consiguió levantarse del suelo, cuando lo hizo su espalda quedó libre y pude ver unas alas extensas, sucias y algo desplumadas. ¡El borracho era un ángel!

viernes, 26 de septiembre de 2014

IGUALDAD

"Las personas son todas iguales, te digo, no existe ninguna diferencia entre un pobre y un rico".
- Un piojo a una pulga

lunes, 22 de septiembre de 2014

RECIBIMIENTO


Sin poder hacer nada más subí al cielo, ahí Dios, sí, el mismo que me había ayudado a ganar la carrera, me dijo que el paso me estaba negado por haber matado a un hombre. Bajé entonces al infierno. Ahora estoy acá, acompañado de LUCIFER y de Rodríguez, aquí nos dimos maña para armar carreras de galgos y forrarnos en almas (no existe el dinero en este terrible lugar). Los más felices son Allan Poe, Bukowski, Dostoievsky y Baudelaire, nos dicen que gracias a nosotros el averno es un lugar lleno de vida. Dostoievsky ni en el inframundo perdió el gusto por las apuestas. Baudelaire está casi todo el día fumando opio y cultivando flores. Bukowski y Allan Poe beben que da gusto. La poesía es el pan de cada día, es casi tan importante para los demonios como atormentar a la humanidad. El Diablo es el menos contento, en cualquier momento nos cierra el negocio, pues dice que el infierno se parece cada vez más al cielo con tanta sonrisa cínica, tanto borracho, tanta moneda que suena y tanto trato turbio.

martes, 16 de septiembre de 2014

PELÍCULA


Se pusieron manos a la obra. Consiguieron dos cámaras profesionales con Miguel, amigo de Roberto y que estudiaba cine, quien se entusiasmó con el proyecto y acabó siendo el director. Los focos los fabricaron con materiales caseros gracias a un manual encontrado por Gabriel en internet. Para el caso de los actores hicieron una audición en el barrio para cubrir los dos cupos estelares, un hombre y una mujer. Para la vacante masculina llegó, como si de una pésima broma se tratase, un enano de ochenta centímetros de altura llamado Nicomedes y que aseguraba ser actor profesional de películas porno. La cara de Roberto al verlo expresó con total nitidez su decepción. El enano, habituado a la incredulidad de los productores no dijo nada a su favor y simplemente se bajó el pantalón y le mostró todo su miembro duro y enhiesto. Roberto nunca había visto uno tan grande, y sin poder articular otra cosa le dijo que estaba contratado. Como actriz reclutaron a Yoselin, una amiga de Gabriel, mina despampanante que trabajaba en un café con piernas y que Roberto al ponderarla le sacó la ropa con los ojos, sabía que tarde o temprano se la tiraría. Y para abaratar aún más los costos (hasta ese momento no habían gastado un solo peso) decidieron que ellos mismos participarían de las películas (ni un pelo de tontos), Roberto se la midió aplicadamente en el baño y llegó a la conclusión que la tenía más grande que el chileno promedio, Gabriel por su parte la tenía corta pero gruesa, un calabrote, y jamás había recibido quejas al usarla. Al final fue Yoselin quien dio su aprobación para que participaran luego de darle una probada al cíclope llorón de cada uno.

sábado, 6 de septiembre de 2014

CONTRATO

Guardamos el caballo y volvimos a mi oficina. En ninguna parte del reglamento decía que un fantasma no podía ser jinete, así que cerré la puerta con llave, saqué otra botella, prendí un habano y me puse a buscar los formatos tipo que guardaba en alguna parte. No los encontraba por ningún lado. Creo que el chico me observaba entre risas. Despejé de un golpe el escritorio, fastidiado.
-Espera, chico. Me cuesta nada redactar uno.
-Yo tengo un contrato- me respondió- si vamos a trabajar juntos, es bueno que exponga desde un principio mis condiciones.
Muy fantasma era, pero inteligente.
-De acuerdo- dije con calma, a él era capaz de perdonarle todo- ¿Cuanto quieres de sueldo? A modo de sugerencia, te digo, no se en que mierda podría gastarse el dinero un fantasma.
-Le doy la razón.
-A todo esto, ¿Cómo te llamas, chico? Me gustaría llamarte por tu nombre.
-Luciano Cisternas Fernández, pero de cariño me dicen LUCIFER.
-Menudo apodo te gastas. ¿Quién te llama así? ¿Dios? O sea, recé tanto para que me sacara de mis problemas que estoy convencido de que te envió a salvarme.
-Dios no toma estas causas, le llegan, las lee, y si son peticiones de huevones codiciosos como usted se las manda al Diablo. Entiende con quién se mete, ¿Verdad?

martes, 2 de septiembre de 2014

RESOPLO


Flavia tenía una borrasca en el pecho, se contoneaba como los peces sacados del agua y transpiraba sal y gozo por todos los poros, y sus ojos se volvían de galaxias y quásares y el cabello se le desbarataba como cenizas de volcán al viento. Entonces quien estaba en la cama haciendo el amor fervientemente conmigo era la desconocida y no Flavia, y de pronto no era ella si no Flavia, y cuando era Flavia quien jadeaba yo miraba que la otra se sentaba en el cojín o bien se paraba en la puerta y desde ahí nos miraba y se reía. Mi miembro se quemaba aún más, una vulva ardiente lo devoraba con rabia, con voluntad destructiva. Era una lucha vertiginosa de brazos, caderas, de sábanas, de piernas, de olfato y de lengua. Flavia jadeaba más, gritaba más y más, y yo me descorporizaba de su cama y me iba con la otra, y el géiser entre mis piernas no arrojaba chorros de agua hirviendo por ella si no por la otra. La última embestida, un grito femenino de muerte gozosa y electricidad momentánea en el espíritu. Hermes y Morfeo llegaron a nuestros cuerpos agotados.

jueves, 28 de agosto de 2014

Noche

La noche se emborrachó con vino
Bailaba desnuda y besaba los labios de la niebla
Una inmortalidad que quiere un silencio
¿Cuánto vale tu último optimismo? vale tu último optimismo?

martes, 26 de agosto de 2014

El criminal


Ese día jugaba mi querido Santiago Wanderers, y como siempre, fui al bar Liberty a ver el partido entre los viejos cañeros y en compañía de mi acostumbrado botellón de cerveza. Mi mesa siempre estaba desocupada cuando llegaba al boliche, pero ese día fue diferente. Sentado en la mesa había un tipo flaco, pálido, ojeroso, de cabello largo y negro y a punto de caer de borracho. Nos observamos un par de segundos. Le pregunté que si le gustaba el fútbol. Respondió que no, que él era escritor y que no disfrutaba demasiado de esos juegos. Al enterarme de su oficio mi corazón saltó de gozo, le expresé mi amor por la literatura, que el oficio de escritor es el oficio más noble del mundo y que mi deseo frustrado siempre había sido escribir, pero que lamentablemente no tenía el talento. Me respondió que no sabía de que hablaba, que era un oficio miserable y lleno de penurias, y que él era aún más miserable, pues había asesinado a su mujer en un arrebato de odio irracional. Como el escritor que él era supuse su confesión como un arranque de fantasía y lo oí incrédulo y me limité a beber de mi cerveza y mirar el partido que iniciaba. De pronto el flaco se levantó violentamente de su silla y me sujetó por los hombros, entre lágrimas me hizo prometerme que, cuando terminara mi bebida, fuera y lo denunciara a la policía, que él no opondría resistencia al justo castigo que se merecía por su terrible crimen. El desconcierto me hizo seguirle el juego, le prometí hacerlo,pero que no podía ir a la justicia sin saber el nombre del criminal ni el sitio exacto donde se hallaba el cuerpo. El pálido no dudó un instante en decirle su nombre: soy Edgard Allan Poe para nunca más, dijo, y el cadáver de mi mujer está encerrado tras los ladrillos de una de las paredes de mi casa.

jueves, 21 de agosto de 2014

INVENCION VEINTIOCHO





Entré, con cierto temor, dentro del templo abandonado
El tiempo, implacable en su paso, había pintado las paredes de un color cadavérico
Altares ostentaban sus bordados de oro mustio, y las maderas de las bancas, cubiertas de espeso polvo, llevaban grabado el olvido de la vida
Atravesé como una sombra los altares y como una sombra emergí al patio gris
Árboles nudosos y vestidos de hojas negras rezaban mirando a la tierra, 
el último de ellos permanecía incólume al lado de una tapia.
Musgo infame la cubría de su verdor, frazadas de hojas secas cubrían algún misterio y la piel marchita de su cumbre había olvidado el eco de los rezos
Con mis manos rasgué las sábanas del tiempo y revelé el nombre de aquel que permanecía dormido en misticismo
colgada del cielo mi adormecida calma falleció de espanto
quise huir despavorido, cuando una bandada de tordos se alzó aterrorizada del árbol junto a la tapia y desaparecieron tras las campanas
El árbol desnudo y seco, en realidad, estaba más muerto que yo.

jueves, 24 de julio de 2014

SIRENA (FRAGMENTO)


Bebimos juntos un tercio de una botella de vodka que quedaba y me retiré. El frío arreciaba a esa hora y azotaba inclemente los cerros. Fui hasta Caleta Abarca, a la arena, a fumarme un pito y a ordenar mis ideas. Por ahí tenía guardadas unas viejas composiciones jazzísticas. Imaginaba la voz de Daniela acariciar mis partituras, la veía construir universos de arreglos para el piano y darles esa femineidad tan femenina de ella. Medía, con la vista alcanzando el oscuro horizonte, mi vida desde que ella llegó. Hasta ese momento siempre me había sentido como lejano a ella, como una visita dentro de su mundo, perteneciente a un sitio donde la línea de la frontera que nos separaba era la misma amistad. No se como definir esos periodos indiferentes, menos indiferentes después. Quizá su intención fue siempre ponerme a prueba, hacerme sentir miserable o confundido, darme las pistas para dilucidar su enigma. Pensaba si Daniela sabía exactamente lo que yo pensaba, siempre tan presto a ella y tan preocupado. Algunas veces nos enfrascábamos en juegos de damas interminables, o en carioca y comíamos sopaipillas pasadas y fumábamos tabaco en pipa. Tampoco faltaron las discusiones. Me gustaba verla de pie y contemplar su figura bajo la luz del alumbrado público o cubierta hasta el cabello por la sombra de los árboles de la plaza Victoria. Muchas veces ella misma se percataba de esta alegría que empezaba a experimentar y ante eso caía en un silencio implacable y perdía la vista o bien se alejaba unos pasos delante de mi. Jamás había esperado algo de ella. La banda en si no sería más importante que el hecho de compartir algo juntos, algo que a ambos nos gustara y derribara el muro de nuestra frontera. Hasta esa noche había sido tan feliz, y las semanas anteriores en que me había abierto paso entre la tortuosidad de Daniela, vagando distraído, mirando el aire como si siempre flotaran hojas. Jamás había intentado transgredir los límites que me había impuesto inconscientemente, esa sombra fina y tenue sobre nuestros cosmos paralelos pero destinados a converger en ciertos puntos. Puntos en el conservatorio, puntos en nuestros andares musicales, puntos en el cielo, en los edificios de paredes envueltas en lata, silencios deliberados e intencionales, miradas cómplices y ni tan cómplices. Daniela por si misma era ese mundo en el cual quería quedarme a vivir. 

Año 2250 (Fragmento)


 A las tres A.M levantó a su mujer y a sus hijos. El pequeño robot maleta clasificó las pertenencias de cada uno en lo estrictamente necesario, las introdujo dentro de su compartimiento y se comprimió, listo para la partida. Se vistieron, sigilosamente salieron del departamento y subieron por las escaleras para no despertar sospechas, alguien podría usar el ascensor magnético a esa hora. Un helicóptero, que funcionaba gracias a la captación de los rayos solares almacenados en una batería de licadmo*, los esperaba en el helipuerto ubicado en la azotea del edificio. Con prisa se introdujeron en el aparato y esperaron el despegue. Al encenderse las luces de la cabina observó con melancolía el lar en que habían vivido toda una vida; sólo su mujer sabía la verdad del asunto, para los niños se trataba de un simple paseo a la reserva forestal de la Amazonia, uno de los tres últimos bastiones verdes del planeta. En realidad, lo que estaba haciendo era ilegal. Como el científico chileno más importante de los últimos cien años había agitado su influencia y había logrado introducir a su familia en el programa de colonización espacial; programa del cual era un miembro importante pero no imprescindible. Si lo descubrían podrían expulsarlo, y eso le era bastante claro, y ya no habría esperanza para ellos. Despegó el helicóptero sin usar sus hélices (para no hacer ruido), dieron una última mirada a la apoteósica estructura portuaria y dijeron adiós, para siempre, a la ciudad de Valparaíso.

miércoles, 9 de julio de 2014

domingo, 6 de julio de 2014

INVENCIÓN TRECE

INVENCIÓN TRECE

Bajo esas gélidas inclemencias estuve
Punta Arenas dormía acurrucada en el oleaje
El agua nieve era un visillo que entumía hondo mis ojos
Caminar por sus calles oscuras de invierno era fantástico
Calles que estaban pavimentadas de vidrio y de barro
Un viento insolente que tumbaba los pensamientos
Estalactitas que crucificaban la tierra muerta
Un mar de cabello tórrido y de visos blancos
Un río que con su hoja rebanaba la ciudad como a una naranja.
Negras nubes que eran como el sombrero que no servía
Punta Arenas, no te gustaba vestir de blanco
guerreabas con el clima que te imponía vestidura
matorrales que se erguían rebeldes a la muerte
perros escuálidos que engullían caricias y abandono
El panteonero que sin cesar atormentaba al indio pétreo
Un pie que era como una promesa solemne de regreso
Cuerpos que flameaban insulsos bajo la ráfaga
Un cementerio que era como pintado a mano
Esas casas jorobadas bajo un azote implacable

Una noche fue irreductiblemente irreal
Navegaba sin timón hacia el corazón del invierno
Gorjeos musicales amenazaban con robarle la luz a las estrellas
Las hadas salían risueñas y entumidas a presumir sus vestidos
La ciudad menstruaba algarabía
corría sangre de bailes y de aplausos.
Pasaban carruajes ataviados de risas y de frío
Fui al frente a tomar fotografías
En ese momento fue que me llegaste
Con esa apariencia de arlequín austero
Con ese acento musical que me adormecía
ve y come calafate, me instaste, revuélcate en la playa
Conversa con un pingüino y te revelará nuestros secretos
Sacúdete la timidez esa de recién llegado
Que aquí la mano helada te conforta
Que el cansancio y la fatiga están surcados de grietas.
El tiempo se hunde como en arena movediza
Somos nuestro propio país y nuestra propia soledad.
Esta tierra es el lugar, hombre
Donde convergen los extremos de la hospitalidad y el aislamiento.


INVENCIÓN NUEVE



Buen viaje
He visto tu ausencia en los rayos de una lámpara
Emergen los recuerdos de entre el barro
El cuerpo mio que se mece espasmódico
como una irreductible muerte en la penumbra
Siempre llego tarde
Me acuesto sobre un cuerpo que nunca ha regresado
Es querer aferrarse al amor de una mentira

Que tengas un buen día, recuerdo
No quisieras dejarme afuera
Enciérrame en una jaula y tenme
No pensemos en la muerte para morir
No creamos en el amor para amar
No callemos para no decir ausencia
No idolatremos la vida para no volar
Las palabras de mi voz se trizan, una a una

Soy ciego
Quisiera tener un radar
Arrojemos nuestras ropas al fuego
Desnudemos la falta de sinceridad
Desatemos una bandada de pájaros medrosos
Volaré con ellos hasta el país de tu pecho
Lloraré sobre la mano que ha estado acariciándote
Se esfuman de mis ventanas todos los amaneceres
Me he perdido bajo tus abismos sombríos.


domingo, 15 de junio de 2014

Ángela (fragmento)


El cuerpo de Ángela empezó a retorcerse como una pajilla de plástico al fuego, se apretaba con toda la fuerza de sus manos la panza, sentía náuseas, transpiraba hielo, lloraba arrebatada por el sufrimiento pero nunca gritaba, porque también el alarido se ahogaba en el estómago mismo; pataleaba el aire como si una anguila la hubiera abrazado y sacaba y entraba la lengua de su boca con una rapidez abrumadora. El dolor se volvió más terrible aún, un lazo áspero y espinoso empezó del bajo vientre a moverse y a recorrerle todo el intestino, sentía unas puntadas horribles que se marcaban implacables por el medio del estómago y luego por el diafragma. El lazo le cubrió por entero el vientre castigándola sin misericordia, se retorcía con más vigor, con mayor locura ante la vista atenta de Francisco, que en vez de lamentarse observaba todo con una especie de alivio, como si todo lo que le estaba ocurriendo a su novia fuera lo más natural del mundo. Y esa mañana despertamos como si hubiéramos muerto: un despertar que tiene el sabor de la sal, un despertar puto y borracho, más imbécil que el rostro de la recepcionista del motel que nos había pedido el carné sin mirarnos al llegar. El otro le había dicho (estúpidamente) que íbamos sólo a conversar, a hablar de negocios. Ella con un rostro cómplice e irónico respondió que ese cuento se lo había oído centenares de veces. Y ahí estaba esa sonrisa de caramelo, esa sonrisa del otro que decía amarme y que me sedujo al punto del encantamiento mismo, al extremo de la utopía misma. Y ahí estaba el otro haciendo más planes, que quería conocer a mi madre, que le llevaría todo un juego de loza de porcelana china auténtico, que sería mi Tristán y yo su Isolda, que a mi me haría princesa, y que él sería el príncipe aunque no lo fuera, pero que en el fondo si lo era, o lo sería. Me olía el cuerpo, me sentía inmunda, me sentía incomprensiblemente sola. ¿Cómo se lo diría a él? ¿Qué palabras usaría? Anda a dejarme, dije, pero no a la misma puerta si no cerca, apenas amanece y aún estoy borracha y con tu peste por toda la piel envenenándome. Debo dormir. Mamá no lo sabrá. Él no lo sabrá. Repito: el no lo sabrá. El lazo dentro de Ángela ascendió al pecho y laceró su esófago increíblemente, ella se puso de pie; un bulto entonces, como una gran bola, dejó ver su silueta bajo la piel de la garganta, se quedó ahí quieto un par de segundos y con una fuerza incontrarrestable traspasó a su boca e hinchó sus mejillas. Ángela abrió los ojos y se llevó las manos a la boca tratando de contener el bulto que amenazaba con emerger en cualquier momento de ella. Francisco arrojó el tercer cigarro lejos y se levantó, todo su cuerpo se contrajo producto de la concentración que lo dominó de golpe y colocó su mano dentro del bolsillo de su chaqueta, sin despegar la vista de su novia. Por entre las manos de ella atropelló de su boca la cabeza de una serpiente negra, de escamas brillantes y un vistoso penacho rojo sobre el morro; la serpiente pujaba y pujaba para salir moviéndose de un costado a otro, los brazos de Ángela se desplomaron a un costado agotadas de resistir el embate del reptil, cayó de rodillas y fue entonces cuando la serpiente salió disparada de sus entrañas. Ángela cayó inerte y el reptil siseó horriblemente, sacó su lengua al aire para examinar su entorno y reptó hasta su lado, volvió a sisear con un siseo que lastimaba los tímpanos y expandió sus fauces con la intensión de tragársela. Francisco, de un rápido movimiento, extrajo un revólver del bolsillo en donde tenía puesta la mano, sacó el seguro y disparó cinco veces a la víbora, esta se debatió en el suelo cada vez con menor energía, hasta que finalmente pereció bajo el vuelo celoso de un montón de gaviotas que observaban la agonía.

Miss universo (fragmento)


De la nave descendieron en fila una serie estratosférica de seres cubiertos en su totalidad por capas. Se arrimaron a la parte posterior del escenario y se petrificaron. Escuché como el nuevo animador (el terrestre se encontraba inconsciente en el escenario de la concha acústica) comenzaba a presentar a la primera concursante. Notable por su hermosa voz y talento musical, y por la hermosura de sus ojos es miss Karchinugmag, nombre de la galaxia que ustedes llaman M32. Salió al frente la aludida y se quitó la capa. Era un ser azul de hocico alargado vestido con prendas que irradiaban brillos violetas. Su cabello también era de color azul y su cuerpo era pequeño y de piernas cortas. Portaba un instrumento entre los brazos, se parecía a una guitarra, o a un banjo. Empezó a tocar y a cantar. Su timbre de voz (además de no entender una sola sílaba de la letra) era agudo como el sonido que produce raspar un trozo de cristal con un clavo. Me llevé las manos a los oídos macerados por el dolor. Su canción duro algo más de un minuto. Caí aturdido y agotado. Alguien me ayudó a levantarme. Era Enrique.

domingo, 8 de junio de 2014

Bandoneón (Fragmento)


Ojalá que el morir fuera tan suave como el gemido de mi bandoneón. El corazón lo tengo internado en un pabellón de hospital, grave. Hay en mi alma una maldición de ensueño. He recorrido este puerto que no es mío, y que es como el otro, y he visto a tanto hombre añorando un andrajo como sábana, irse a dormir bajo los puentes de Viña y que no hayan si no abrigo en el barro. Hay hombres que son felices que la tristeza vil no los ha tocado, se embarcan en el bote de la indiferencia, y reman en un mar de sangre, la sangre de quienes lo han perdido todo. Ché, no soy feliz, ¿Cómo podría serlo? Si ahora soy hermano de los miserables y benevolente en indulgencia y carente de amor. ¡Amelia! Donde quieras que estés dame tu inspiración pura, ven a mi esta noche a entregarme el bálsamo de tus caricias muertas y enterradas y la belleza de tu voz de tumba y profunda. Dame un beso, ché, esta noche, materializado en el inmenso rasguño de tu recuerdo.

sábado, 7 de junio de 2014

Dolor


 (¿Entiendes que si mi amor no fuera tan ilimitado como el infinito yo habría roto sus límites? Es por esto que me gusta pasear contigo en el anochecer en una caminata somnolienta. Más me gusta, eso si, el aroma de tu cuerpo que trae en él las partículas del placer. Entiende que nada tengo, que no soy de ningún lugar, que nada quiero excepto a ti. Ven, llueve, salgamos a la tempestad, a esta tempestad que con deleite viene a desolar a nuestro Valparaíso. Pongamos nuestras cabezas bajo su martillo, bajo la furia de sus rayos y al espanto de su trueno, bailemos emborrachados pegados a los huesos de la niebla y traspasados por las agujas de la lluvia. En el fondo sabes que este amor es una agonía, con un raro concierto de risas de carnaval y de arlequín. ¿Prefieres permanecer en casa, amándonos como se enredan los gusanos? Sabes que mis senos esperan por tu risa, mis ojos se embriagan de ti y para mi eres como el veneno de mi mal de amor. Indefectiblemente, te amo. Indefectiblemente tu alma es mi jardín. Somos como los dioses olímpicos de túnicas resplandecientes que poco duran cubriendo nuestras pieles. Es que tu cuerpo es soberbio, y tus besos me hacen dar piruetas y nuestro amor es como el aleteo de la sombra. Nada puede turbar nuestra muerte.)

No era como antes...


 (Nos amamos aplicados, como navegando sobre el mar. El contorno de su cuerpo estaba plasmado en el mio como si fuera un tatuaje. Admiraba sus manos grandes, y ese aroma ligeramente fuerte de su cuello. Me volví a enloquecer al sentir los pelos de una barba mal rasurada cosquillear mis pezones. En mi sexo llovía copiosamente luego de una larga sequía, en mi alma había renacido huracán y fuego, y de mis labios emergían ternuras. Hundí mi cara en su hombro mientras me penetraba duro y concentrado, inmerso en un delirio que era un delirio de sarcófago, intenso y doloroso. Como un dolor volvieron los recuerdos clausurados en mi mente, como un dolor fueron sus caricias encima de mi piel que sangraba pretéritos y como un dolor fueron esos besos que conocía y que ya no eran míos. Aún lo amaba. Amaba esa felicidad rara que tenía con él, en mis sábanas había una soledad convergente, multiforme que lo llamaba y que lo buscaba cada noche sin saberlo. Las lágrimas se me congelaban porque él no volvía a enjugarlas. Me engañaba en ilusiones que no tenía, y siempre sola, porque todo hombre que conocía no era ni similar él. Su sudor me empapaba como antes, sus gemidos eran los de antes, y nada, sin embargo, era como antes. El amor de él descansaba en otro corazón. Esto era un consuelo, un consuelo que acepté por voluntad y por cobardía. El placer que sentía entre mis piernas era ingrato, era igual físicamente que antes, era triste, no feliz. Tantas noches con la cabeza hundida en la almohada solía recordar, y el recuerdo llegó, abrigado de oscuridad, huérfano, penetrándome duro y aplicado, porque eso era lo único que era como antes.)

lunes, 17 de marzo de 2014

Un emprendedor caminando por el Wall Street porteño


¿Bernardo? Si, weon, habla Guillermo. Está todo listo, voy camino al banco a hacer el
depósito. Si, te escucho...eso mismo, eso dijeron los argentinos. No, ¡que va! De que crisis
me hablas, miedoso. Te lo juro compadre; este es el negocio del futuro, es la oportunidad que
estábamos esperando; estamos invirtiendo en la etapa precisa, imagínate, ¡independencia,
viajes y sin jefes ni horarios! Dentro de unos años este producto, que me interesa en lo más
mínimo, yo entré por el negocio, se posicionará como líder en su tipo y prácticamente no
tendrá competencia; tendremos el monopolio total, el estudio de mercado así lo dice...
¡Por la cresta que eres porfiado! ¿Te devuelvo tu plata? ¿Eso quieres? Perfecto,
ningún problema, pero cuando yo esté forrado en plata, ande jugando millones en Las vegas,
viajando por Europa, Cancún, tenga el medio departamento en Zapallar y mi camioneta Ford
tundra, y más encima me esté comiendo a las mansas minas quiero verte y que me digas
Guillermo, puta que tenías razón”. Ya, de acuerdo, de acuerdo, si igual entiendo tu postura.
Si tienes tantas dudas, justo ahora que las lucas ya se van para Buenos Aires, vamos a
tomarnos un café ahí, al bar inglés, ahí te pongo al tanto de todo con lujo de detalles. Si,
tengo harto que hacer pero te espero, siempre tengo tiempo para mi socio ¿En cuánto rato
más llegas? En que termine de avanzar la bendita cola del banco demás que estoy
desocupado cuando llegues. De acuerdo, amigo mio, y recuerda, ¡seremos inmensamente
ricos!
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No digo yo, por eso este país está como está ¡Lleno de weones cobardes e incrédulos!

Un emprendedor caminando por el Wall Street porteño (calle Prat)

La burbuja de caperucita roja


 Me conocían como Caperucita roja; mi verdadero nombre simplemente se lo llevó el tiempo y el viento. Vivía en la entrada de un vasto bosque con mi madre, quien me regaló la caperuza culpable de mi apodo y, entre los mil y un defectos que ella tenía, me obligaba a usarla, y nunca debía sacármela porque era de tela importada y, por lo tanto, carísima. Bajo la caperuza usaba mi querida blusa negra, mis pantalones ajustados rojos y mis zapatillas de lona. Mi otro familiar vivo, aparte de mi madre, era mi abuela; mi adorable abuelita, el único ser de este mundo que me importaba un bledo. Su salud no andaba muy bien, la artritis y el colesterol habían hecho de ella una especie de feliz despojo humano y, en su orgullo ridículo, no aceptaba ningún tipo de ayuda. Mi madre, por supuesto, hacía la actuación de preocuparse, pero en sus pensamientos sólo cabían frivolidades abyectas. Así, viendo las cosas de este modo, mi abuelita solamente podía contar conmigo. Una triste realidad.
El día en que todo empezó mi abuelita tuvo que sentirse realmente mal como para hacer lo que hizo. Llamó a casa diciendo “estoy enferma”. Mi madre, que contestó mientras se pintaba las uñas, dijo que me enviaría hasta allá con un pastel apetitoso y unas aspirinas. “¿Por qué no le manda un médico?”- pensé haciendo rechinar los dientes. El asunto es que ni siquiera se tomó la molestia de hacer ella misma el pastel y me mandó a comprar uno; tampoco había aspirinas, tuve que comprarlas con mi dinero. Todo lo puse en una cesta octogenaria de mimbre cubierta con un mantel rojo que me entregó mi madre. Me veía igual de cándida que la novicia rebelde.
-Vuelve temprano- me dijo- en la noche jugaré canasta con mis amigas de Vitacura.
El trayecto lo conocía de memoria. El bosque se asemejaba a un laberinto intrincado, lleno de senderos que conducían a cualquier parte y otros a ninguna. Ante alguna bifurcación siempre doblaba a la derecha, caso contrario, podía encontrar algún peligro. Observé a mi alrededor, el camino lucía inmundo: los contenedores de basura estaban desparramados por el suelo; ardillas y perros hurgueteaban la mugre buscando algo de comer; restos de papeles de todo tipo pululaban por entre la hierba triste; grafitis de aerosol o navaja herían el tronco de los árboles. En una de éstas bifurcaciones estaba él, amparado bajo la sombra de un abeto.
-¡Buenos días, Caperucita! ¿Qué haces tan solita en medio de este peligroso bosque?
Me dejó perpleja la familiaridad con la que me habló. Lentamente se acercó; era un lobo, tan lobo y tan desconcertante que me aterrorizaba. Usaba una chaqueta de cuero negra con capucha y unos pantalones rojos similares a los míos, y unas zapatillas de lona. Sus bigotes eran largos y curvos, brillaban con la luz y, sobre ellos, una nariz redonda y bermellón contrastaba con la profundidad de sus ojos verdes, tan verdes como las hojas del abeto en que estaba apoyado.
-¿Cómo conoces mi nombre?
-Todo el mundo ha oído hablar de Caperucita, y ahora que te veo me resultas más interesante.
-Déjame en paz, tengo que ir a la casa de mi abuelita que se encuentra gravemente enferma.
-¿Y donde vive tu abuelita?
-Eso no te interesa, lo siento, pero tengo que irme.
Aunque era extraño era increíblemente apuesto, tan masculino, pero no podía ceder; mi abuelita me necesitaba. Me sentí mal por haberlo tratado tan groseramente, mas que podía hacer, no era mi costumbre hablar con extraños. Seguí caminando bajo un sendero de álamos, la tersa hierba había dado paso a unos pastizales amarillentos cubiertos por frazadas de hojas muertas. Trecho más adelante se avizoraba la cabaña de mi abuelita. Llegué finalmente. Para mi sorpresa, desde el interior se oía música. Mi abuelita jamás oía música, según ella, para no perturbar el canto de los pájaros.
La puerta estaba entreabierta. Entré y llamé tres veces; nadie me respondió. Del dormitorio venía la música y una voz, que por el tono, parecía explicar algo importante. Tomé el atizador del fuego como arma y empujé la puerta. Asomé mi cabeza con cautela.
Para mi total perplejidad estaba ahí, sentado en la cama, el mismo lobo que me había topado antes en el bosque usando con total descaro un pijama de mi abuelita. “¿Cómo hizo para llegar antes que yo?”- me pregunté. A su lado estaba ella, radiante, bebiendo con fruición un jugo de naranja. Al verme ambos guardaron silencio y me sonrieron. El lobo me hizo señas para que me aproximara.
-Te esperábamos, nietecita- dijo mi abuelita.
Yo estaba petrificada. ¿Acaso se conocían con el lobo?
-¿Qué significa todo esto?
-Es una historia muy larga- dijo el lobo con esa voz tan profunda que tenía- si estás dispuesta a oírla empezaré enseguida a contártela.
Fue así como supe que el lobo era un terrorista, y que mi abuelita facilitaba la casa para sus reuniones clandestinas. De paso, ella misma se había vuelto miembro, y también me enteré que no estaba gravemente enferma, que todo era una farsa para evitar sospechas, y para hacerme ir ese día.
-Tu abuela me dijo todo sobre ti, Caperucita, y me encantaría que quisieras participar de esta causa por la democracia.
El lobo se levantó entonces y colocó un disco de The Smiths. No podía decirle que no a aquel animal tan apuesto, tan noble, tan valiente y decidido. Creo que en ese momento me enamoré de él; nunca antes tuve un novio, él sería el primero- me dije. Si hasta encontraba ridículamente tierno que vistiera el pijama de mi abuelita y que usara sus ropas y maquillaje para pasar inadvertido en sus correrías. Me hipnotizaba con sus ideas de libertad y esperanza para nuestro pueblo, “hay que hacer chirriar a la dictadura”, decía con convicción decidida, tal vez con algo de idealismo romántico. Oía su voz con una fascinación tal que el mundo a mi alrededor perdía toda consistencia y toda coherencia. Acepté sin cuestionamiento alguno y desde ese día mi vida giró en torno a atentados macabros, escapes taciturnos, lágrimas ingratas, reuniones en sótanos soterrados y, por supuesto, en torno a él. Por otra parte, él no dejaba de admirarme y decirme lo genial que yo era. Estaba completamente segura de que yo también le gustaba, que era cosa de tiempo que sucediera algo entre nosotros. Un día, luego de una protesta que sin saber por qué se volvió en nuestra contra, en la que tuvimos que arrancar como ratas despreciables de la policía, ese momento llegó por fin.
Estábamos solos en casa de mi abuelita. Ella había ido a realizarse un supuesto chequeo médico y no dejó que la acompañara. Con el lobo veíamos una película tratando de calmar nuestros corazones aún amedrentados por el fragor del escape. De pronto, él se levantó y fue hasta la cocina; al volver traía una botella de vino y dos copas. Sin mediar alguna palabra la destapó y vertió su contenido bermejo dentro de las copas. Hicimos un brindis sin dejar de mirarnos a los ojos; yo misma me pude ver, pequeña y asustada, reflejada en su par refulgente de zafiros verdes.
-Hace mucho tiempo he querido decirte algo- dijo.
-Yo también- respondí.
No podía controlar mi corazón. Y por primera vez en mi vida sentí que la libídine me dominaba. Refregaba mis piernas una contra otra tratando de dominar a la bestia que amenazaba despertar. Me saqué la caperuza tratando de disipar el calor, aunque sabía que esa no era mi intención.
-Lobo, que ojos tan grandes tienes.
-Son para verte mejor, Caperucita.
-Y que orejas tan grandes tienes.
-Son para escucharte mejor.
Me volvían loca sus respuestas. Estaba diciéndome en forma implícita, pero también perspicua, que me quería tanto como yo a él.
-Y que manos tan grandes tienes.
-Son para tocarte mejor.
No podía más, estaba a punto de besarlo. Comencé a temblar.
-Y... ¡Y que boca más grande tienes!
-Es para decirte lo que debo decirte.
Suave como un remo que toca el agua me lo dijo. El mundo iluso y estúpido que había construido en torno a él se desmoronó como un castillo de naipes. Entendí con toda claridad su preferencia por los disfraces de mujer, por el maquillaje y por bandas como Pep shop boys o The Smiths. Mi lobo era irrisoriamente gay, un gay de tomo y lomo, una florcita llena de espinas, el objeto prohibido de mi deseo amoroso. ¡Que desperdicio!
-Espero esto no cambie las cosas entre nosotros- concluyó.
-Claro que no- respondí aún aturdida y forzando una sonrisa hipócrita.
-¿Oyes eso?- me dijo poniéndose en alerta.
-¿Qué cosa? Yo no escucho nada.
Olvidaba que su oído de lobo era mucho más agudo que el mío. Sólo comprendí la situación cuando derribaron la puerta de la casa de un golpe. La brigada de negro miserable irrumpió zumbando como avispas, violando la paz de nuestro cuartel general. Con fuerza impelida nos agarraron y esposaron, el lobo trató de resistirse, pero unos golpes atroces lo tumbaron. En forma infame nos vendaron los ojos y nos llevaron quien sabe donde, dentro de un furgón lúgubre y de hálito nauseabundo. Al rato nos bajaron y nos condujeron con un hombre que a todas luces parecía ser el que estaba al mando del operativo.
-¡El cazador!- dijo el lobo trémulo al verlo.
-¿Y quién es ese?- pregunté.
El lobo me explicó como pudo que el cazador era el mercenario más temido por los activistas debido a su crueldad y que nada podíamos hacer, que era nuestro fin. El cazador nos encerró dentro de una celda tétrica. Dentro de la celda estaba mi abuelita, que también había sido capturada. Nos abrazamos y dejamos fluir de nuestros ojos cuatro ríos correntosos y cálidos. El lobo se sentó bajo la ventana, cabizbajo y rugiendo algo entre dientes, sin despegar la mirada del suelo duro y gris.
-No te preocupes- me dijo mi abuelita sonriendo- alcancé a avisar a tu madre antes de ser atrapada. Ella, con todas sus influencias y dinero, nos sacará de aquí muy pronto.
De esto ha pasado una semana. Nadie nos interroga, nadie se acerca para torturarnos; solo nos tienen aquí, envueltos entre las sombras. De pronto la reja de nuestra celda se abre y arrojan dentro a otro prisionero. El nuevo compañero levanta la cabeza y paralizada por la impresión me percato de quien es. No lleva sus vestidos lujosos ni sus uñas pintadas, al contrario, se le ve harapienta y terrosa, con el cuerpo cubierto de heridas y apestando a pólvora. Entonces comprendo todo, ella también es miembro, también era un personaje cínico que representaba a diario para no ser descubierta.