Bebimos
juntos un tercio de una botella de vodka que quedaba y me retiré. El
frío arreciaba a esa hora y azotaba inclemente los cerros. Fui hasta
Caleta Abarca, a la arena, a fumarme un pito y a ordenar mis ideas.
Por ahí tenía guardadas unas viejas composiciones jazzísticas.
Imaginaba la voz de Daniela acariciar mis partituras, la veía
construir universos de arreglos para el piano y darles esa femineidad
tan femenina de ella. Medía, con la vista alcanzando el oscuro
horizonte, mi vida desde que ella llegó. Hasta ese momento siempre
me había sentido como lejano a ella, como una visita dentro de su
mundo, perteneciente a un sitio donde la línea de la frontera que
nos separaba era la misma amistad. No se como definir esos periodos
indiferentes, menos indiferentes después. Quizá su intención fue
siempre ponerme a prueba, hacerme sentir miserable o confundido,
darme las pistas para dilucidar su enigma. Pensaba si Daniela sabía
exactamente lo que yo pensaba, siempre tan presto a ella y tan
preocupado. Algunas veces nos enfrascábamos en juegos de damas
interminables, o en carioca y comíamos sopaipillas pasadas y
fumábamos tabaco en pipa. Tampoco faltaron las discusiones. Me
gustaba verla de pie y contemplar su figura bajo la luz del alumbrado
público o cubierta hasta el cabello por la sombra de los árboles de
la plaza Victoria. Muchas veces ella misma se percataba de esta
alegría que empezaba a experimentar y ante eso caía en un silencio
implacable y perdía la vista o bien se alejaba unos pasos delante de
mi. Jamás había esperado algo de ella. La banda en si no sería más
importante que el hecho de compartir algo juntos, algo que a ambos
nos gustara y derribara el muro de nuestra frontera. Hasta esa noche
había sido tan feliz, y las semanas anteriores en que me había
abierto paso entre la tortuosidad de Daniela, vagando distraído,
mirando el aire como si siempre flotaran hojas. Jamás había
intentado transgredir los límites que me había impuesto
inconscientemente, esa sombra fina y tenue sobre nuestros cosmos
paralelos pero destinados a converger en ciertos puntos. Puntos en el
conservatorio, puntos en nuestros andares musicales, puntos en el
cielo, en los edificios de paredes envueltas en lata, silencios
deliberados e intencionales, miradas cómplices y ni tan cómplices.
Daniela por si misma era ese mundo en el cual quería quedarme a
vivir.
jueves, 24 de julio de 2014
Año 2250 (Fragmento)
A las
tres A.M levantó a su mujer y a sus hijos. El pequeño robot maleta
clasificó las pertenencias de cada uno en lo estrictamente
necesario, las introdujo dentro de su compartimiento y se comprimió,
listo para la partida. Se vistieron, sigilosamente salieron del
departamento y subieron por las escaleras para no despertar
sospechas, alguien podría usar el ascensor magnético a esa hora. Un
helicóptero, que funcionaba gracias a la captación de los rayos
solares almacenados en una batería de licadmo*, los esperaba en el
helipuerto ubicado en la azotea del edificio. Con prisa se
introdujeron en el aparato y esperaron el despegue. Al encenderse las
luces de la cabina observó con melancolía el lar en que habían
vivido toda una vida; sólo su mujer sabía la verdad del asunto,
para los niños se trataba de un simple paseo a la reserva forestal
de la Amazonia, uno de los tres últimos bastiones verdes del
planeta. En realidad, lo que estaba haciendo era ilegal. Como el
científico chileno más importante de los últimos cien años había
agitado su influencia y había logrado introducir a su familia en el
programa de colonización espacial; programa del cual era un miembro
importante pero no imprescindible. Si lo descubrían podrían
expulsarlo, y eso le era bastante claro, y ya no habría esperanza
para ellos. Despegó el helicóptero sin usar sus hélices (para no
hacer ruido), dieron una última mirada a la apoteósica estructura
portuaria y dijeron adiós, para siempre, a la ciudad de Valparaíso.
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Poema
miércoles, 9 de julio de 2014
domingo, 6 de julio de 2014
INVENCIÓN TRECE
INVENCIÓN TRECE
Bajo esas gélidas
inclemencias estuve
Punta Arenas dormía
acurrucada en el oleaje
El agua nieve era un
visillo que entumía hondo mis ojos
Caminar por sus calles
oscuras de invierno era fantástico
Calles que estaban
pavimentadas de vidrio y de barro
Un viento insolente que
tumbaba los pensamientos
Estalactitas que
crucificaban la tierra muerta
Un mar de cabello tórrido
y de visos blancos
Un río que con su hoja
rebanaba la ciudad como a una naranja.
Negras nubes que eran como
el sombrero que no servía
Punta Arenas, no te
gustaba vestir de blanco
guerreabas con el clima
que te imponía vestidura
matorrales que se erguían
rebeldes a la muerte
perros escuálidos que
engullían caricias y abandono
El panteonero que sin
cesar atormentaba al indio pétreo
Un pie que era como una
promesa solemne de regreso
Cuerpos que flameaban
insulsos bajo la ráfaga
Un cementerio que era como
pintado a mano
Esas casas jorobadas bajo
un azote implacable
Una noche fue
irreductiblemente irreal
Navegaba sin timón hacia
el corazón del invierno
Gorjeos musicales
amenazaban con robarle la luz a las estrellas
Las hadas salían risueñas
y entumidas a presumir sus vestidos
La ciudad menstruaba
algarabía
corría sangre de bailes y
de aplausos.
Pasaban carruajes
ataviados de risas y de frío
Fui al frente a tomar
fotografías
En ese momento fue que me
llegaste
Con esa apariencia de
arlequín austero
Con ese acento musical que
me adormecía
ve y come calafate, me
instaste, revuélcate en la playa
Conversa con un pingüino
y te revelará nuestros secretos
Sacúdete la timidez esa
de recién llegado
Que aquí la mano helada
te conforta
Que el cansancio y la
fatiga están surcados de grietas.
El tiempo se hunde como en
arena movediza
Somos nuestro propio país
y nuestra propia soledad.
Esta tierra es el lugar,
hombre
Donde convergen los
extremos de la hospitalidad y el aislamiento.
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INVENCIÓN NUEVE
Buen viaje
He visto tu ausencia en
los rayos de una lámpara
Emergen los recuerdos de
entre el barro
El cuerpo mio que se mece
espasmódico
como una irreductible
muerte en la penumbra
Siempre llego tarde
Me acuesto sobre un cuerpo
que nunca ha regresado
Es querer aferrarse al
amor de una mentira
Que tengas un buen día,
recuerdo
No quisieras dejarme
afuera
Enciérrame en una jaula y
tenme
No pensemos en la muerte
para morir
No creamos en el amor para
amar
No callemos para no decir
ausencia
No idolatremos la vida
para no volar
Las palabras de mi voz se
trizan, una a una
Soy ciego
Quisiera tener un radar
Arrojemos nuestras ropas
al fuego
Desnudemos la falta de
sinceridad
Desatemos una bandada de
pájaros medrosos
Volaré con ellos hasta el
país de tu pecho
Lloraré sobre la mano que
ha estado acariciándote
Se esfuman de mis ventanas
todos los amaneceres
Me he perdido bajo tus
abismos sombríos.
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