jueves, 24 de julio de 2014

SIRENA (FRAGMENTO)


Bebimos juntos un tercio de una botella de vodka que quedaba y me retiré. El frío arreciaba a esa hora y azotaba inclemente los cerros. Fui hasta Caleta Abarca, a la arena, a fumarme un pito y a ordenar mis ideas. Por ahí tenía guardadas unas viejas composiciones jazzísticas. Imaginaba la voz de Daniela acariciar mis partituras, la veía construir universos de arreglos para el piano y darles esa femineidad tan femenina de ella. Medía, con la vista alcanzando el oscuro horizonte, mi vida desde que ella llegó. Hasta ese momento siempre me había sentido como lejano a ella, como una visita dentro de su mundo, perteneciente a un sitio donde la línea de la frontera que nos separaba era la misma amistad. No se como definir esos periodos indiferentes, menos indiferentes después. Quizá su intención fue siempre ponerme a prueba, hacerme sentir miserable o confundido, darme las pistas para dilucidar su enigma. Pensaba si Daniela sabía exactamente lo que yo pensaba, siempre tan presto a ella y tan preocupado. Algunas veces nos enfrascábamos en juegos de damas interminables, o en carioca y comíamos sopaipillas pasadas y fumábamos tabaco en pipa. Tampoco faltaron las discusiones. Me gustaba verla de pie y contemplar su figura bajo la luz del alumbrado público o cubierta hasta el cabello por la sombra de los árboles de la plaza Victoria. Muchas veces ella misma se percataba de esta alegría que empezaba a experimentar y ante eso caía en un silencio implacable y perdía la vista o bien se alejaba unos pasos delante de mi. Jamás había esperado algo de ella. La banda en si no sería más importante que el hecho de compartir algo juntos, algo que a ambos nos gustara y derribara el muro de nuestra frontera. Hasta esa noche había sido tan feliz, y las semanas anteriores en que me había abierto paso entre la tortuosidad de Daniela, vagando distraído, mirando el aire como si siempre flotaran hojas. Jamás había intentado transgredir los límites que me había impuesto inconscientemente, esa sombra fina y tenue sobre nuestros cosmos paralelos pero destinados a converger en ciertos puntos. Puntos en el conservatorio, puntos en nuestros andares musicales, puntos en el cielo, en los edificios de paredes envueltas en lata, silencios deliberados e intencionales, miradas cómplices y ni tan cómplices. Daniela por si misma era ese mundo en el cual quería quedarme a vivir. 

Año 2250 (Fragmento)


 A las tres A.M levantó a su mujer y a sus hijos. El pequeño robot maleta clasificó las pertenencias de cada uno en lo estrictamente necesario, las introdujo dentro de su compartimiento y se comprimió, listo para la partida. Se vistieron, sigilosamente salieron del departamento y subieron por las escaleras para no despertar sospechas, alguien podría usar el ascensor magnético a esa hora. Un helicóptero, que funcionaba gracias a la captación de los rayos solares almacenados en una batería de licadmo*, los esperaba en el helipuerto ubicado en la azotea del edificio. Con prisa se introdujeron en el aparato y esperaron el despegue. Al encenderse las luces de la cabina observó con melancolía el lar en que habían vivido toda una vida; sólo su mujer sabía la verdad del asunto, para los niños se trataba de un simple paseo a la reserva forestal de la Amazonia, uno de los tres últimos bastiones verdes del planeta. En realidad, lo que estaba haciendo era ilegal. Como el científico chileno más importante de los últimos cien años había agitado su influencia y había logrado introducir a su familia en el programa de colonización espacial; programa del cual era un miembro importante pero no imprescindible. Si lo descubrían podrían expulsarlo, y eso le era bastante claro, y ya no habría esperanza para ellos. Despegó el helicóptero sin usar sus hélices (para no hacer ruido), dieron una última mirada a la apoteósica estructura portuaria y dijeron adiós, para siempre, a la ciudad de Valparaíso.

miércoles, 9 de julio de 2014

domingo, 6 de julio de 2014

INVENCIÓN TRECE

INVENCIÓN TRECE

Bajo esas gélidas inclemencias estuve
Punta Arenas dormía acurrucada en el oleaje
El agua nieve era un visillo que entumía hondo mis ojos
Caminar por sus calles oscuras de invierno era fantástico
Calles que estaban pavimentadas de vidrio y de barro
Un viento insolente que tumbaba los pensamientos
Estalactitas que crucificaban la tierra muerta
Un mar de cabello tórrido y de visos blancos
Un río que con su hoja rebanaba la ciudad como a una naranja.
Negras nubes que eran como el sombrero que no servía
Punta Arenas, no te gustaba vestir de blanco
guerreabas con el clima que te imponía vestidura
matorrales que se erguían rebeldes a la muerte
perros escuálidos que engullían caricias y abandono
El panteonero que sin cesar atormentaba al indio pétreo
Un pie que era como una promesa solemne de regreso
Cuerpos que flameaban insulsos bajo la ráfaga
Un cementerio que era como pintado a mano
Esas casas jorobadas bajo un azote implacable

Una noche fue irreductiblemente irreal
Navegaba sin timón hacia el corazón del invierno
Gorjeos musicales amenazaban con robarle la luz a las estrellas
Las hadas salían risueñas y entumidas a presumir sus vestidos
La ciudad menstruaba algarabía
corría sangre de bailes y de aplausos.
Pasaban carruajes ataviados de risas y de frío
Fui al frente a tomar fotografías
En ese momento fue que me llegaste
Con esa apariencia de arlequín austero
Con ese acento musical que me adormecía
ve y come calafate, me instaste, revuélcate en la playa
Conversa con un pingüino y te revelará nuestros secretos
Sacúdete la timidez esa de recién llegado
Que aquí la mano helada te conforta
Que el cansancio y la fatiga están surcados de grietas.
El tiempo se hunde como en arena movediza
Somos nuestro propio país y nuestra propia soledad.
Esta tierra es el lugar, hombre
Donde convergen los extremos de la hospitalidad y el aislamiento.


INVENCIÓN NUEVE



Buen viaje
He visto tu ausencia en los rayos de una lámpara
Emergen los recuerdos de entre el barro
El cuerpo mio que se mece espasmódico
como una irreductible muerte en la penumbra
Siempre llego tarde
Me acuesto sobre un cuerpo que nunca ha regresado
Es querer aferrarse al amor de una mentira

Que tengas un buen día, recuerdo
No quisieras dejarme afuera
Enciérrame en una jaula y tenme
No pensemos en la muerte para morir
No creamos en el amor para amar
No callemos para no decir ausencia
No idolatremos la vida para no volar
Las palabras de mi voz se trizan, una a una

Soy ciego
Quisiera tener un radar
Arrojemos nuestras ropas al fuego
Desnudemos la falta de sinceridad
Desatemos una bandada de pájaros medrosos
Volaré con ellos hasta el país de tu pecho
Lloraré sobre la mano que ha estado acariciándote
Se esfuman de mis ventanas todos los amaneceres
Me he perdido bajo tus abismos sombríos.