viernes, 28 de noviembre de 2014
Ortografía
No zé ke aser para la tarea de hortografía, al profesor de kastellano lo hecharon ase dos meces y kien nos ase clace es el tatita que ase el aceo
jueves, 20 de noviembre de 2014
Silencio
Ella era como una novela en blanco, él como un lápiz sin tinta. Por eso, después de amarse, caían en silencios terribles.
miércoles, 19 de noviembre de 2014
RINOCERONTE
Un rinoceronte lloraba triste bajo una acacia, su mujer le había puesto el cuerno con un elefante.
martes, 18 de noviembre de 2014
lunes, 17 de noviembre de 2014
GATO
Hoy por la mañana me crucé con un gato blanco. Al verme corrió asustado a la calle y lo atropellaron. Fue mi culpa, yo andaba vestido de negro.
martes, 11 de noviembre de 2014
UN JEFE A SU EMPLEADO
¿Qué es lo que pasa contigo, Óscar? Tu desempeño ha bajado de
forma ostensible este último tiempo, de verdad que nadie se explica
tu conducta en esta oficina. Me imagino que estás consciente de lo
que te digo. Somos una empresa chica, Óscar, una empresa en pañales,
cualquier fallo no te afecta sólo a ti, nos afecta a todos, pero
sobre todo me afecta a mí, ¿Sabes quién pierde cuando perdemos a
algún cliente? No, huevón, tú no pierdes, tampoco Miguel, ni
Myriam. Pierdo yo. Yo pierdo, Óscar. Y lo sabes muy bien, nos
tenemos confianza, hace dos años que trabajas para mí y creo
haberte dado todas las facilidades para tu progreso, te he perdonado
mil y un errores y como tu jefe no debería haberte aguantado más de
dos. ¿Te has preguntado por qué te he tolerado tanta cagada? ¿Te
lo has preguntado? Sabes a la perfección por qué, tu silencio dice
más que si hablaras. No nos hagamos los idiotas, Óscar. ¿Ves allá
a Myriam? Antes de que llegaras me dijo que te echara. Allá Ricardo
y también Noelfa, son tus compañeros de trabajo, te llevas bien con
ellos, pero varias veces me han dicho que están cansados de taparte
las fallas. ¡Óscar, Huevón! Te estimo, te estimo como si fueras mi
hijo, y por eso te soporto tanta pelotudez, hasta he puesto el
prestigio cagón de esta empresa con tal de defenderte, pero créeme,
todo tiene su límite. No abuses del aprecio que te tengo, lo tienes
bastante claro, porque no eres estúpido, eres un tipo bastante
inteligente, te cruje el cerebro, incluso mucho más que a mí, pero
hay algo en todo esto que huele muy mal. ¿Te estás metiendo drogas?
¿Estás tomando algún psicotrópico? Hace algún tiempo conversamos
este mismo tema y me dijiste que no. Voy a creer tu respuesta, Óscar,
voy a creerte una vez más, pero escucha, creo que sería muy bueno
que fueras a médico, o al psicólogo, hay algo en tu vida que te
hunde y no lo sabes o no lo quieres saber y escucha, pero escucha muy
bien, esta empresa no va a asumir el costo de tu irresponsabilidad.
viernes, 7 de noviembre de 2014
GLIPTODONTES
Hace algún tiempo se pensaba que los gliptodontes se habían extinguido de la faz de la tierra. Eran armadillos enormes cuales tanques recorrían los bosques y las recién aparecidas praderas de América del sur durante fines del plioceno hasta el periodo pleistoceno donde finalmente se extinguieron. En nuestro periodo Holoceno no existe registro alguno de la presencia de estos mamíferos, sin embargo, noticias que vienen de todo el país afirman haberlos visto venir desde el horizonte con el fin de invadir las ciudades y los pueblos más desprotegidos. La gente que vive en estos pueblos, que es hacia donde me dirijo, vive atemorizada y son cada vez menos los que de sus casas se atreven a salir.
Soy paleontólogo de profesión, se me ha pedido que realice un estudio acabado de los recién llegados. Francamente me resulta muy sorprendente observar lo extraños que son, ni siquiera parecidos a como los había conocido durante mis años de estudio. Esos gigantes de coraza verde y blindada han convertido la plaza pública de la ciudad en donde estoy, pulcra hace unas semanas, en un verdadero sitio de demolición. Se entretienen derribando edificios, cercando calles y buscando alimento. Son seres herbívoros, y por ende, les resulta muy difícil obtener vegetales en nuestra época gobernada por el cemento y el metal. A veces se enfadan terriblemente. Usan sus colas de catapulta para lanzar enormes rocas a las casas donde les cierran las puertas o les niegan lo que desean; hasta en eso son particulares. De todas formas allí están, rodeando la ciudad como un ejército romano. Su número parece crecer con el pasar de los días.
La escasez de alimento ha hecho de los gliptodontes expertos saqueadores de casas y tiendas. No limitan la violencia de sus acciones ni el trato vejatorio hacia la gente. Han robado todas las verdulerías, los sucuchos de la gente más pobre y también los supermercados. Al acabarse los vegetales y el poco césped de toda la ciudad les ha entrado el gusto por la carne. Como bravos leones devoran a vista de quien sea grandes trozos de fiambres sanguinolentos dando a la ciudad el aspecto de un gigantesco matadero; una verdadera pocilga. Han despojado a las grandes tiendas de su preciosa mercancía de ropa, de sus electrodomésticos y también de sus productos de última tecnología. Todo se lo llevan hacia un lugar desconocido; quizás el refugio en donde han sobrevivido durante millones de años alejados de la mano del hombre.
Luego de someter al pueblo durante tanto tiempo a tratos humillantes aparentemente se han hartado de ello. Ahora estos voluminosos mamíferos permanecen tumbados en su totalidad por toda la ciudad. Lo tomo como una gran oportunidad para estudiarlos y comprender su particular comportamiento. Decido acercarme sin ningún temor, pero ellos, con su furia y agresividad ya constatada me repelen lanzándome una estela de palabras en un dialecto extraño. ¡Me sorprendo al descubrir que aquellos animales podían comunicarse entre sí con un idioma! Así y todo permanezco alejado por miedo a provocarlos. Sigo con mis estudios desde lejos. Cada nueva cosa que descubro me sorprende aún más.
Al cabo de varios días de supuesta tregua el que parecía ser el líder del grupo se levanta y vocifera algo a sus compañeros en su lenguaje raro. Entonces la manada se levanta y arremete contra las casas cercanas, pero no con ataques ciegos, sino con el objetivo perfectamente identificado. Desbaratan viviendas como si fueran de papel y sacan a la gente que hay dentro de ellas apresándolas entre sus garras y sus dientes. Gran parte de los habitantes es secuestrado y llevado quien sabe donde. Quienes oponen resistencia son ejecutados en el acto con un golpe del mazo de sus colas. El verdadero terror y la desesperación cunde en toda la ciudad, incluyéndome. Trato vanamente de solicitar ayuda a alguna institución de gobierno, pero las comunicaciones están cortadas, una a una las personas son arrastradas lejos a las regiones del interior. No se en que terminará todo esto, quizás en un rato me toque el turno a mí; no lo sé. Todo es confusión, todo es dolor, nadie sabe que hacer, y ese no saber que hacer es nuestra sentencia de muerte.
Soy paleontólogo de profesión, se me ha pedido que realice un estudio acabado de los recién llegados. Francamente me resulta muy sorprendente observar lo extraños que son, ni siquiera parecidos a como los había conocido durante mis años de estudio. Esos gigantes de coraza verde y blindada han convertido la plaza pública de la ciudad en donde estoy, pulcra hace unas semanas, en un verdadero sitio de demolición. Se entretienen derribando edificios, cercando calles y buscando alimento. Son seres herbívoros, y por ende, les resulta muy difícil obtener vegetales en nuestra época gobernada por el cemento y el metal. A veces se enfadan terriblemente. Usan sus colas de catapulta para lanzar enormes rocas a las casas donde les cierran las puertas o les niegan lo que desean; hasta en eso son particulares. De todas formas allí están, rodeando la ciudad como un ejército romano. Su número parece crecer con el pasar de los días.
La escasez de alimento ha hecho de los gliptodontes expertos saqueadores de casas y tiendas. No limitan la violencia de sus acciones ni el trato vejatorio hacia la gente. Han robado todas las verdulerías, los sucuchos de la gente más pobre y también los supermercados. Al acabarse los vegetales y el poco césped de toda la ciudad les ha entrado el gusto por la carne. Como bravos leones devoran a vista de quien sea grandes trozos de fiambres sanguinolentos dando a la ciudad el aspecto de un gigantesco matadero; una verdadera pocilga. Han despojado a las grandes tiendas de su preciosa mercancía de ropa, de sus electrodomésticos y también de sus productos de última tecnología. Todo se lo llevan hacia un lugar desconocido; quizás el refugio en donde han sobrevivido durante millones de años alejados de la mano del hombre.
Luego de someter al pueblo durante tanto tiempo a tratos humillantes aparentemente se han hartado de ello. Ahora estos voluminosos mamíferos permanecen tumbados en su totalidad por toda la ciudad. Lo tomo como una gran oportunidad para estudiarlos y comprender su particular comportamiento. Decido acercarme sin ningún temor, pero ellos, con su furia y agresividad ya constatada me repelen lanzándome una estela de palabras en un dialecto extraño. ¡Me sorprendo al descubrir que aquellos animales podían comunicarse entre sí con un idioma! Así y todo permanezco alejado por miedo a provocarlos. Sigo con mis estudios desde lejos. Cada nueva cosa que descubro me sorprende aún más.
Al cabo de varios días de supuesta tregua el que parecía ser el líder del grupo se levanta y vocifera algo a sus compañeros en su lenguaje raro. Entonces la manada se levanta y arremete contra las casas cercanas, pero no con ataques ciegos, sino con el objetivo perfectamente identificado. Desbaratan viviendas como si fueran de papel y sacan a la gente que hay dentro de ellas apresándolas entre sus garras y sus dientes. Gran parte de los habitantes es secuestrado y llevado quien sabe donde. Quienes oponen resistencia son ejecutados en el acto con un golpe del mazo de sus colas. El verdadero terror y la desesperación cunde en toda la ciudad, incluyéndome. Trato vanamente de solicitar ayuda a alguna institución de gobierno, pero las comunicaciones están cortadas, una a una las personas son arrastradas lejos a las regiones del interior. No se en que terminará todo esto, quizás en un rato me toque el turno a mí; no lo sé. Todo es confusión, todo es dolor, nadie sabe que hacer, y ese no saber que hacer es nuestra sentencia de muerte.
martes, 4 de noviembre de 2014
FAROL
En la esquina norte de la
plaza hay un farol que nunca enciende
con compasión he visto
todas las tardes en que muere el sol y él desaparece tras los árboles
es como si la oscuridad se
lo engullera y lo hiciera su alma
he concluido, que es el
alma de un vagabundo prisionera dentro de un cilindro
¡Pobre farol! Añoras la
luz y sufres sin chistar la tortura de tus pares
bajo tu corona oscura se
han besado los infieles y se han embriagado los borrachos
La culpa es siempre tuya,
farol, siempre
en tus pies yacen hasta el
amanecer los condones y las botellas vacías
es entonces cuando te reparan los inútiles
tú te desperezas del
frío y muestras tu cara agria y pides al viento que te despoje del
brillo dorado de tu nuevo ojo
¡Cuanta impunidad cargas
en tu cresta, farol!
¡Cuanta miseria ha visto
tu ojo desolado!
Sin embargo, el farol no
puede decir nada
se que quisiera escribir
un libro con sus impunes memorias
se que aspira a dormir más
que a estar despierto
te digo, farol, yo
comparto tu sentir de noche y de plazoleta
En algún momento de
seguro querrás llorar, farol
pero no tendrás un hombro
en que afirmarte, mi amigo
el resto de los faroles te
desprecia porque estás sucio y abandonado
no te quedará más
remedio que acudir a mi
rechazarás mi abrazo,
acostumbrado a las palizas esclavas del viento y la lluvia en tu
cabeza
quizá me dejes sacarte la
basura indigna de tus pies
entonces te diré que no
ampares más a los miserables
pues para ellos eres sólo
una efímera luz de locura y olvido
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