domingo, 8 de junio de 2014

Bandoneón (Fragmento)


Ojalá que el morir fuera tan suave como el gemido de mi bandoneón. El corazón lo tengo internado en un pabellón de hospital, grave. Hay en mi alma una maldición de ensueño. He recorrido este puerto que no es mío, y que es como el otro, y he visto a tanto hombre añorando un andrajo como sábana, irse a dormir bajo los puentes de Viña y que no hayan si no abrigo en el barro. Hay hombres que son felices que la tristeza vil no los ha tocado, se embarcan en el bote de la indiferencia, y reman en un mar de sangre, la sangre de quienes lo han perdido todo. Ché, no soy feliz, ¿Cómo podría serlo? Si ahora soy hermano de los miserables y benevolente en indulgencia y carente de amor. ¡Amelia! Donde quieras que estés dame tu inspiración pura, ven a mi esta noche a entregarme el bálsamo de tus caricias muertas y enterradas y la belleza de tu voz de tumba y profunda. Dame un beso, ché, esta noche, materializado en el inmenso rasguño de tu recuerdo.

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