sábado, 7 de junio de 2014

No era como antes...


 (Nos amamos aplicados, como navegando sobre el mar. El contorno de su cuerpo estaba plasmado en el mio como si fuera un tatuaje. Admiraba sus manos grandes, y ese aroma ligeramente fuerte de su cuello. Me volví a enloquecer al sentir los pelos de una barba mal rasurada cosquillear mis pezones. En mi sexo llovía copiosamente luego de una larga sequía, en mi alma había renacido huracán y fuego, y de mis labios emergían ternuras. Hundí mi cara en su hombro mientras me penetraba duro y concentrado, inmerso en un delirio que era un delirio de sarcófago, intenso y doloroso. Como un dolor volvieron los recuerdos clausurados en mi mente, como un dolor fueron sus caricias encima de mi piel que sangraba pretéritos y como un dolor fueron esos besos que conocía y que ya no eran míos. Aún lo amaba. Amaba esa felicidad rara que tenía con él, en mis sábanas había una soledad convergente, multiforme que lo llamaba y que lo buscaba cada noche sin saberlo. Las lágrimas se me congelaban porque él no volvía a enjugarlas. Me engañaba en ilusiones que no tenía, y siempre sola, porque todo hombre que conocía no era ni similar él. Su sudor me empapaba como antes, sus gemidos eran los de antes, y nada, sin embargo, era como antes. El amor de él descansaba en otro corazón. Esto era un consuelo, un consuelo que acepté por voluntad y por cobardía. El placer que sentía entre mis piernas era ingrato, era igual físicamente que antes, era triste, no feliz. Tantas noches con la cabeza hundida en la almohada solía recordar, y el recuerdo llegó, abrigado de oscuridad, huérfano, penetrándome duro y aplicado, porque eso era lo único que era como antes.)

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