jueves, 24 de julio de 2014

Año 2250 (Fragmento)


 A las tres A.M levantó a su mujer y a sus hijos. El pequeño robot maleta clasificó las pertenencias de cada uno en lo estrictamente necesario, las introdujo dentro de su compartimiento y se comprimió, listo para la partida. Se vistieron, sigilosamente salieron del departamento y subieron por las escaleras para no despertar sospechas, alguien podría usar el ascensor magnético a esa hora. Un helicóptero, que funcionaba gracias a la captación de los rayos solares almacenados en una batería de licadmo*, los esperaba en el helipuerto ubicado en la azotea del edificio. Con prisa se introdujeron en el aparato y esperaron el despegue. Al encenderse las luces de la cabina observó con melancolía el lar en que habían vivido toda una vida; sólo su mujer sabía la verdad del asunto, para los niños se trataba de un simple paseo a la reserva forestal de la Amazonia, uno de los tres últimos bastiones verdes del planeta. En realidad, lo que estaba haciendo era ilegal. Como el científico chileno más importante de los últimos cien años había agitado su influencia y había logrado introducir a su familia en el programa de colonización espacial; programa del cual era un miembro importante pero no imprescindible. Si lo descubrían podrían expulsarlo, y eso le era bastante claro, y ya no habría esperanza para ellos. Despegó el helicóptero sin usar sus hélices (para no hacer ruido), dieron una última mirada a la apoteósica estructura portuaria y dijeron adiós, para siempre, a la ciudad de Valparaíso.

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