Se
pusieron manos a la obra. Consiguieron dos cámaras profesionales con
Miguel, amigo de Roberto y que estudiaba cine, quien se entusiasmó
con el proyecto y acabó siendo el director. Los focos los fabricaron
con materiales caseros gracias a un manual encontrado por Gabriel en
internet. Para el caso de los actores hicieron una audición en el
barrio para cubrir los dos cupos estelares, un hombre y una mujer.
Para la vacante masculina llegó, como si de una pésima broma se
tratase, un enano de ochenta centímetros de altura llamado Nicomedes
y que aseguraba ser actor profesional de películas porno. La cara de
Roberto al verlo expresó con total nitidez su decepción. El enano,
habituado a la incredulidad de los productores no dijo nada a su
favor y simplemente se bajó el pantalón y le mostró todo su
miembro duro y enhiesto. Roberto nunca había visto uno tan grande, y
sin poder articular otra cosa le dijo que estaba contratado. Como
actriz reclutaron a Yoselin, una amiga de Gabriel, mina despampanante
que trabajaba en un café con piernas y que Roberto al ponderarla le
sacó la ropa con los ojos, sabía que tarde o temprano se la
tiraría. Y para abaratar aún más los costos (hasta ese momento no
habían gastado un solo peso) decidieron que ellos mismos
participarían de las películas (ni un pelo de tontos), Roberto se
la midió aplicadamente en el baño y llegó a la conclusión que la
tenía más grande que el chileno promedio, Gabriel por su parte la
tenía corta pero gruesa, un calabrote, y jamás había recibido
quejas al usarla. Al final fue Yoselin quien dio su aprobación para
que participaran luego de darle una probada al cíclope llorón de
cada uno.
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